¿Cuántos años de vida le quedan a las salas? ¿Vamos a empezar a ver blockbusters diseñados para un sofá? Ir al cine posiblemente acabe convirtiéndose en una actividad de carácter retro en un futuro no muy lejano, así que vamos a intentar entender el porqué.
Texto: Armando Arrojo (@arma_homesick)
Hace unos días navegando por X (o Twitter, como prefiráis llamarlo) me encontré con la noticia de que Companion (2025), una de las películas de terror más exitosas en lo que llevamos de año, estaba disponible en plataformas en Estados Unidos. 18 días habían pasado desde su estreno en salas. 18 días. ¿Nos sorprende que la gente no vaya tanto al cine? ¿Nos sorprende de verdad?

Que sí, que estamos hartos de que nos digan una y otra vez que vivimos en tiempos de instantaneidad, de consumo rápido y de comodidad. Pero es que estamos hablando de una película de 10 millones de dólares, distribuida por nada más y nada menos que Warner Bros. Pictures, y no han sido capaces de mantenerla en cine por si quiera 20 días. En esos 18 días de presencia en salas consiguieron no sólo una muy buena acogida por parte del público y la crítica especializada sino recaudar más del doble de su presupuesto. No estamos hablando de una película modesta que no ha conseguido lograr sus objetivos en taquilla y que decide apostar por el streaming, sino de todo lo contrario. Si este es el destino de una película exitosa, ¿qué harán con las películas que ni siquiera funcionen bien en su estreno?
Tarantino hace unas semanas estalló contra la industria y dijo que 2019 fue “el último año” de cine. “¿Qué hostias es una película a día de hoy?” se preguntaba el aclamado director acerca de la pequeñísima ventana de estreno en salas que tienen las películas hoy en día. ¿No has podido ir al estreno de una película que quieres ver? No te preocupes, que en 2 o 3 semanas la tienes disponible en tu casa, en una de las plataformas que ya estás pagando. No hay un mínimo de aliciente para ir al cine si tenemos acceso prácticamente instantáneo a su mismo catálogo.
Los cines, sobre todo los cines pequeños, han sido y siguen siendo los principales afectados de este tipo de estrategias. Es inevitable que acaben desapareciendo si este modelo continúa siendo la norma. Pero más allá de los cines, es el propio filmmaking el que va a cambiar. ¿Vas a hacer el mismo diseño sonoro si sabes que el espectador no va a estar sentado en el cine, sino en el sofá de su casa? Eso en el mejor de los casos, claro. En el peor de ellos, verá tu película en un iPad o en el móvil. ¿Vas a currarte unas set pieces gigantescas si no se van a apreciar? En definitiva, ¿vas a invertir tanto dinero en algo que no va a apreciarse como es debido? El componente theatrical, aunque invisible a ojos del espectador, repercutía mucho en la producción de una película y eso va a acabar desapareciendo con el tiempo.
Que nunca se nos olvide que el cine no deja de ser una industria, por mucho que nos gusten las películas arthouse bielorrusas de las que nadie ha oído hablar a excepción de nuestros compañeros de la facultad de comunicación audiovisual o de cuatro modernos en twitter. Como industria que es, tenemos que recurrir a cineastas grandes con proyectos grandes para rescatarla. Nolan, Villeneuve, Tarantino etc… apuestan por las salas como lugar meritorio de grandes películas y eso es lo que permite que puedas, también, ver la última película de Jonás Trueba mientras comes palomitas rodeado de desconocidos. Nos guste más o nos guste menos.

Muchos culpan al COVID de todos estos cambios en la distribución de cine (y además coincide perfectamente con el alegato de Tarantino sobre 2019 siendo “el último año” de cine como tal), pero es innegable que llevábamos años tomando una deriva derrotista en cuanto a las ventas en taquilla. Las plataformas han ido ganando terreno con el tiempo y la pandemia, por motivos evidentes, las asentó como fuente única de entretenimiento audiovisual.
Nolan arriesgó por el estreno en salas con Tenet (2020), una película auténticamente infame a muchísimos niveles, pero que merece respeto por brindarle algo de oxígeno a las prácticamente ahogadas salas de cine que pudieron abrir cuando terminó el confinamiento y cuyos nuevos estrenos eran muy limitados. Aunque Tenet no consiguió beneficios notables (dado su gigantesco presupuesto y su limitadísimo estreno, principalmente doméstico), sirvió de estandarte frente a la nueva norma de abandonar las salas y estrenar en casa directamente.

Villeneuve apostó de manera similar por el estreno en salas de Dune (2021), tras la desastrosa decisión de Warner de lanzar todo, repito, todo su catálogo de 2021 simultáneamente en salas y en HBO Max. Siendo el blockbuster que es, Dune fue un éxito igualmente. Villeneuve demostró que se puede hacer un cine diseñado para la gran pantalla y los espectadores acudirán en masa para verlo. Pero no podemos decir lo mismo del otro 99% de los estrenos de Warner en 2021. No quiero, ni mucho menos, desmerecer a las plataformas en este artículo, pero me da mucha pena que proyectos interesantes, sobre todo en cine de género, como pueden ser Prey (2022) o Hellraiser (2022) hayan visto su destino final (guiño guiño) en el streaming, en vez de en las salas de cine, lugar legítimo de ambas franquicias. Pero oye, por lo menos los ciclos de Lynch en Madrid están siendo un exitazo. Una prueba más de que el tío nos sigue haciendo felices incluso desde ultratumba.
Nada reemplazará nunca la experiencia de ir al cine, ya sea sólo o acompañado. Ponte The Brutalist (2024) en casa y dime si has sentido algo en esos 15 minutos de interludio mientras miras instagram.
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