Amaranta Velarde, bailarina, coreógrafa y pedagoga, ha estrenado en Madrid este pasado fin de semana en Replika Teatro su pieza “Desbordes”, un homenaje a la evasión y la estética Camp. Esta performance viva cuenta con la participación de Guillem Jiménez, bailarín y coreógrafo, y el músico Juan Cristóbal Saavedra, además de la dramaturgia de Roberto Fratini.
Texto: Laura Echeverria (@lauetxh)
¿Es la evasión el mayor anhelo del ser humano? ¿Dónde reside la necesidad de excesos y excentricismo de uno mismo? ¿Es nuestra propia identidad la que nos empuja a alejarnos de ella?
Todas estas y otras muchas preguntas pueden formularse en un escenario que, poco a poco, va llenándose de elementos. Si bien en un inicio la apuesta parece simple y austera, lo cierto es que ni la intención ni el final pretenden esa sensación. El caos se apodera de la sala y los intérpretes, pero es la forma progresiva en que les alcanza el verdadero disfrute de la pieza.
Fotografía: Tristán Pérez-Martín (@tristanperezmartin)
La estética camp y kitsch de la puesta en escena, el diseño de vestuario y los espacios sonoros son fruto de la inspiración del breve pero intenso movimiento artístico de los 80; New Romantics. Este movimiento buscaba en la evasión, la exageración y el excentricismo una forma de liberación. Si relacionamos todo esto con las emociones y la forma en que las tratamos, es inevitable pensar que evadirnos de nosotros mismos puede muchas veces convertirse en la mayor forma de expresión de nuestros emociones, hasta tal punto que acaban por desbordarnos, desatando el caos.
El romanticismo y la fantasía forman parte de este imaginario que contrasta con los límites de lo correcto, lo armonioso y lo políticamente aceptado.
La pieza de Velarde traslada al escenario todo este discurso mediante una danza
expresionista que combina movimientos bruscos y secos con disciplinas tan delicadas y bellas como el ballet. Los sonidos que emiten los intérpretes terminan por conformar un clima que progresivamente se torna caótico, ruidoso, desordenado y, en definitiva, poco agradable.
Si bien es cierto que el significado detrás de cada decisión es en sí mismo una representación de la misma, no todos los miembros del público pueden estar al alcance de su entendimiento sin un contexto previo. Puede que el empleo de elementos, que en todo momento denota madurez artística y un trabajo minucioso, distraiga del mensaje en esencia.
Fotografía: Tristán Pérez-Martín (@tristanperezmartin)
Así, es cierto que el juego con los distintos espacios aumenta conforme
el tiempo avanza, y tanto el vestuario como los objetos con los que interaccionan los intérpretes, van cambiando poco a poco sin que apenas sea perceptible, lo que consigue generar un aura casi mágico en la sala, pero que podría interpretarse como un juego ilusionista cuyo significado pierde fuerza sin el conocimiento previo necesario.
A pesar de ello, la pieza reúne una conclusión y abre un diálogo profundamente relacionados con las preocupaciones mundanas de hoy en día, respetando una estética pasada que aún sigue presente en determinados espacios, y que nos hace sentirnos cerca de nuestros anhelos y miedos.
Fotografía: Tristán Pérez-Martín (@tristanperezmartin)
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