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¿CÓMO PERJUDICA EL STREAMING AL VALOR ARTÍSTICO DEL CINE?

Llegas, haces cola, compras palomitas y refresco. Das tu entrada, te indican a qué sala tienes que entrar. Aún no han empezado los anuncios, encuentras rápido tu butaca. Te sientas, te comes casi todas las palomitas antes de que empiece la película. La sensación que te robó Netflix...¿o no?


Texto: Laura Echeverria (@lauetxh)

 


Recuerdo la primera vez que me creé Netflix: tenía quince años, y en aquellos tiempos podías hacerte una prueba de un mes gratuita. Cada mes, cambiaba de email y me hacía una cuenta nueva. Mi motivación para tal engaño era nada más y nada menos que volver a ver “Física o Química” completa. De pequeña, como todos, la había seguido por televisión, y quería volver a verla. Lo conseguí.


¿Podría a día de hoy una adolescente quinceañera ver “Física o Química” completamente gratis en Netflix? Todos conocemos la respuesta. Si bien es cierto que la gravedad del asunto no tiene nada que ver con las series de adolescentes de los 2000, o con el hecho de que Netflix ya no te de acceso a una prueba mensual gratuita, me ha parecido una anécdota reseñable de cuando el streaming llegó a nuestras vidas.


Para mí Netflix era sólo una herramienta que me facilitaba el camino: en 2016 los videoclubs habían prácticamente desaparecido, y a no ser que fueses un máquina esquivando virus en la red, ver la película o serie que querías era prácticamente imposible. Aún recuerdo la sensación de emoción que sentía cuando echaban en la televisión una película que me gustaba, o lo que era ir al cine los sábados y quedarte sin entradas. Aún recuerdo empezar una serie porque era la que mis padres querían ver en la televisión, aprovechar los anuncios para ir al baño, aguantar despierta para terminar el capítulo...


No quiero sonar nostálgica ni aburrida, ni quiero ser yo quien pronuncie estas palabras, pero no me queda más remedio: el streaming nos ha quitado muchas cosas. Lo digo yo, que soy usuaria y pago todos los meses la suscripción de al menos cinco plataformas distintas. Es verdad que gracias a Filmin he podido revisitar los clásicos que me ponía mi padre de pequeña, y es verdad que gracias a HBO he visto algunas de las mejores series de todos los tiempos. Es verdad que todo lo que difunda y distribuya cultura es, en realidad, un medio positivo, pero no me gustaría fingir que todo lo que aporta es bueno. No creo en absoluto que el streaming sólo sea positivo.


Me sorprendo un día hablando por teléfono con mi padre, quejándonos de que ahora en las plataformas de streaming también hay anuncios. Me sorprendo escuchando a dos personas que durante años compartieron techo y fueron adictos a series como “Perdidos” o “Mujeres desesperadas”, y agradecían los anuncios para levantarse a por pipas. Supongo que los dos, aunque pertenezcamos a generaciones distintas, nos hemos acostumbrado a lo mismo: a darle al pausa, a elegir sin reparos, a la inmediatez de dar un click.


¿Cuánto de arte hay en las plataformas de streaming y cuánto hay de sociedad del consumismo? ¿Cuánta atención le prestas a una película desde la comodidad del sofá de tu casa?


Estoy de acuerdo en que el streaming nos ha quitado muchas cosas y ha fomentado muchas otras, tanto buenas como malas a partes iguales, pero eso no parece excusa para restarle inteligencia al espectador. No creo ni comparto que ver una película en casa dificulte al espectador su nivel de atención: eso es únicamente responsabilidad del mismo. Sí es cierto que no es igual ver una película en la televisión cuando está rodada y pensada para verse en pantalla grande, pero eso es otro tema.


El uso del streaming puede ser positivo, a la par que negativo, y esa responsabilidad recae únicamente en el usuario. Y tú, ¿qué tipo de uso crees que estás haciendo?




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