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ANDREA ARNOLD VUELA ALTO EN "BIRD"

Andrea Arnold, directora de títulos aclamados como Fish Tank (2009 y American Honey (2016), vuelve a cautivarnos con Bird (2024), una obra que reafirma su maestría para retratar la humanidad a través de microhistorias tan singulares como lo son sus personajes. Esta vez, estamos ante un un cautivador drama visual que explora la conexión entre la humanidad y la naturaleza a través de una narrativa profundamente introspectiva. Con su característico estilo poético y sensorial, Arnold nos sumerge en una historia que combina paisajes impresionantes y emociones crudas, creando una experiencia cinematográfica que desafía los límites de la narrativa convencional.


Texto: Ángela Bellón (@angela_br99)

 

Fotograma de "Bird" (2024, BBC Film)


¿El medio para esta inmersión? A través de la historia (y mirada) de Bailey encarnada por Nykiya Adams. Una adolescente de tan solo doce años que parece haber tenido que crecer antes de tiempo. Seria pero decidida. Echada para delante. Y es que, parece que la vida no le ha dejado otra opción. Nómada, pseudoinstalada en casa de su padre (camello) y su nueva reconstruida familia en una especie de casa okupa. Un espacio que, paradójicamente, resulta infinitamente más hogar que allí de donde huía: la casa en la que habitaba con su madre, sus hermanos y un maltratador de manual.


Así, sin más dilación nos presenta la piedra angular del filme: la desolación y el desamparo de una niña. Una joven que se refugia en la ficción y aquello que capta con la minúscula lente de su teléfono móvil como forma de evadirse de su triste realidad. Algo similar sucede con Bird, que es el personaje encargado de aportar ese toque de realismo mágico a la ficción. Incluso, llegando a hacer dudar al propio espectador de su existencia y de sus poderes.


  Fotograma de "Bird" (2024, BBC Film)


Paralelamente, para rebajar ese tono dramático de una historia tan trágica nos topamos con el personaje del padre, interpretado por un Barry Keoghan cubierto de tatuajes hasta las cejas. Keoghan es el encargado de otorgarle ese punto tierno a la historia, retratando a un progenitor (joven y prematuro) que se deshace por sus hijos. Al más puro estilo Peter Pan, siendo un cabeza de familia atrapado en el cuerpo de un niño a medio crecer. Un caótico patriarca que se traslada por la ciudad a lomos de un patinete eléctrico y siempre poniendo la banda sonora a sus vidas (y a la película). Así es, que es el personaje de Bailey el que tiene que ponerle los pies sobre la tierra en alguna que otra situación.


Fotograma de "Bird" (2024, BBC Film)


Seguramente, el soundtrack sea una de las grandes bazas de esta cinta. Arnold otorga al diseño sonoro la importancia crucial que se merece. Quizás, fruto de su bagaje artístico y su carácter melómano. Y es que la cineasta ha llevado a cabo un fascinante retrato de la escena musical británica contemporánea, a través de la incorporación en la banda sonora de Bird a figuras tan representativas de la escena como Blur, The Verve, Sleaford Mods, Burial o Fontaines D.C. Tal es el valor de la música, que se convierte en la protagonista de alguna de las secuencias más emblemáticas de la película como bien puede ser la interpretación del ya mítico Yellow de Coldplay a cargo de un pletórico Keoghan o el sútil guiño a Saltburn y su célebre escena a ritmo de Murder on the Dancefloor.


La música y el diseño sonoro también son cruciales para la experiencia inmersiva que propone Bird. Los sonidos del viento, el aleteo de las aves y los silencios cuidadosamente ubicados se combinan con una banda sonora minimalista para intensificar el impacto emocional. Arnold utiliza el sonido como un vehículo para acercarnos a la experiencia interna de su protagonista, creando un puente entre lo físico y lo metafórico. Posiblemente, sea esta atmosfera sonora, estudiada al milímetro, lo que otorgue a la cinta una poderosa emoción.


Sin embargo, Bird no será del agrado de todos. Su ritmo pausado, su narrativa

fragmentada y su falta de explicaciones (al menos de forma explícita) pueden

resultar alienantes para aquellos acostumbrados a un cine más convencional. Pero, para quienes estén dispuestos a sumergirse en su propuesta, la película ofrece una experiencia transformadora y, desde luego, única.

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