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SIMULACRO: ¿DÓNDE ESTÁ LA FICCIÓN?

Cada cierto tiempo me viene el pensamiento ese de que el mundo es toda esta conspiración gigante en la que alguien superior maneja todo y nosotros somos solo pequeñas marionetas. Veo todo como si la realidad que siempre hemos conocido fuese de juguete, de cartón piedra. Toco mi piel, la de otras personas, noto el aire en la cara, y me doy cuenta de que tiene que algo de esto tiene que ser real, pero sigo sin explicármelo, no todo puede ser tan animal y tan puro ¿Dónde esta el limite entre lo que es real y lo que hemos establecido como ficción? Algo así es lo que nos plantea "Simulacro", el ultimo estreno que acogió ayer Replika Teatro.


Texto: Adrián Cotillas

 

Simulacro, fotografía de Irati Aizpurua

Dos personajes, una mujer (Gloria March) y un hombre (Ion Iraizoz) de los cuales no sabemos (ni vamos a saber) el nombre, peluquines evidentes, una cámara y lo que podría ser un hogar, una consulta de médico o un despacho de oficina. Así se nos plantea desde un inicio lo que será un continuo desarrollo de situaciones en las que ella y él se verán inmersos casi de forma cíclica. Distinguir la realidad de la ficción es la cuestión sobre la que se fundamenta toda esta obra. Saber cuándo miran las cámaras y cuándo miramos nosotros. 


La cámara, precisamente, es un elemento clave en todo esta puesta en escena. ¿Qué hace que nuestra forma de actuar cambie cuando se le da al botón de grabar? ¿Es el miedo a que queden registrados nuestros actos? ¿A caso no son correctas esas acciones que llevamos a cabo? ¿Es la sensación de sentir que un millón de espectadores no está viendo a través de la pantalla? Creo que de forma inconsciente todos adoptamos un personaje, basado en lo que somos y en lo que realmente queremos mostrar, dando así paso a que nuestra parte más narcisista y/o tímida se van obligadas a entrar en juego. La cámara para el sujeto grabado es como un proyector, y por supuesto queremos ver algo que nos agrade en ese proyector. Al tratarse de nosotros, tendremos que moldearnos hasta alcanzar una comodidad estética y moral. 

El tiempo que pasamos delante de ella es también determinante. Si llegamos a olvidar que está ahí, podemos llegar hasta a confiar en su objetivo, podemos perder la vergüenza e incluso sacar a la luz partes de nosotros que no sabíamos ni que estaban ahí. ¿Por qué salen a luz ahí y no cuando no estamos precisamente actuando? ¿Acaso no forman parte de nosotros?


Simulacro, fotografía de Raúl Sánchez

El concepto de analizar el pasado también es algo que da mucho qué hablar en esta creación. Si grabásemos cada día de nuestra vida con una cámara, y viésemos al final del día el resumen, como humanos acabaríamos entrando en una espiral de movimientos robóticos analíticos de lo más pensados. Todo lo que no hace espontáneos, naturales, sería todo aquello que trataríamos de corregir, buscaríamos alcanzar una inexistente perfección objetiva. Una palabra que no viene a cuento, una broma que no tiene gracia, e incluso un pedo en el momento menos indicado; todas esas cosas que sonrojan nuestras mejillas y que querríamos que no hubiésemos hecho. Por un momento, parece tener sentido querer suprimirlas de nuestro vocabulario , pero la realidad es que provienen todas de una construcción social. La experiencia nos dice que esas acciones nos llevan a un estado algo incómodo, ¿por qué repetirlas?. No tendría sentido, pero tampoco lo tendría evitarlas. Forman parte de nuestro sistema, pero como el ADN, este se ve alterado por el contexto externo en el que nos vemos envueltos.


Uno de los elementos más curiosos de la pieza es la forma en la que la trama y sus acontecimientos ocurren a través de cada personaje. Él es algo así como un hombre agradable, sosegado, muy apto para nuestra sociedad y los cánones que se esperan de ella, puede que incluso demasiado. Ella, sin embargo, a pesar de ser lo que denominamos una “persona normal” aprende poco a poco sobre ese mundo falso en el que vivimos, ella ansía algo normal, algo que exista y lo persigue intentando vivirlo en sus escenas. Ella va realizando conexiones entre la ideas que tejen ese concepto de nueva realidad, una ajena a la planificación, a la apariencia y al deseo de ser.


Simulacro

El climax de "Simulacro" llega en un momento perfecto, y es justo cuando ella sale de esa constante interpretación en búsqueda de la vida más animal que nos conforma y que a su vez nosotros conformamos, pero  él se mantiene en su existencia, más próxima a una ficción constante. Pueden romperse las paredes, las ventanas, el suelo, da igual, Todo lo que sea real va a seguir siéndolo, y lo que no, hay que interpretarlo. Aquí me surge una pregunta a la que aún no he podido darme respuesta. ¿Hay algo real que sea imposible de interpretar? Es decir, podemos actuar la felicidad, la tristeza, el amor, pero ¿ existe algo que no podamos interpretar por su verdadera pureza? 


Simulacro, fotografía de Raúl Sánchez

La conclusión de esta obra parece que va a acabar en un bucle, en una especie de metaficción que da pie a empezar la obra de nuevo y a atarse a la butaca durante un tiempo indefinido. En tan solo unos minutos, todo lo que hemos visto se concentra en una idea de lo más sintetizada.


La verdad final es que somos ese ser superior del que hablaba en la introducción.

Decidimos nuestros gustos, nuestros gestos, nuestras acciones; pero previamente hay otro ente aún más grande que lo condiciona todo, y es el contexto que nos rodea. Mejor, peor, más moderno, más conservador, más pensado, menos; da exactamente igual. La realidad se basa en una existencia de la que somos ajena y de la cual también formamos parte, y quizás esa realidad pueda ser lo que denominamos ficción. 

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